Arcos de la Frontera
Situado en una posición central a mitad de camino entre la campiña y la serranía su término municipal, que presenta paisajes de ambos tipos está atravesado por el río Guadalete y Majaceite. En el primero se forman los Embalses de Bornos y de Arcos, ambos declarados Parajes Naturales, por su valor como zonas húmedas.
Otra parte del municipio se encuentra incluida en el Parque Natural de los Alcornocales.
La ciudad, ubicada sobre una Peña, cortada por un impresionante tajo hacia el río, desde donde se domina una espléndida panorámica, tiene su origen en la época musulmana. En la actualidad, declarada Monumento Histórico-Artístico, se divide en dos barrios. Su entramado de calles empinadas, estrechas y tortuosas y la multitud de rincones y monumentos de gran belleza que posee hacen de esta población un conjunto de excepcional belleza, en el que destacan el Castillo, la Iglesia de Santa María de la Asunción y la Iglesia de San Pedro.
Historia
Su privilegiada situación estratégica, sobre un cerro -La Peña- cortado en inaccesible tajo y abrazado por el río Guadalete, convierte a este punto de la geografía española en escenario privilegiado donde seguir la evolución de las civilizaciones que se han sucedido en la Península.
Se cree que fue la antigua Colonia Arcensis de los romanos.
Los musulmanes la llamaron Medina Ar-kosch. Fue fortaleza de un reino de taifa y, durante el siglo XIII, enclave decisivo en la línea fronteriza entre musulmanes y cristianos. En 1250 pasó a estar bajo el dominio de Fernando III, que cambiaría su nombre el actual Arcos, aunque permaneciendo en ella sus habitantes musulmanes, que serían definitivamente expulsados por Alfonso X (1264) tras rebelarse contra el poder cristiano.
En 1408 la ciudad fue cedida a título de señorío a Ruy López de Ávalos; desde 1440 hasta finales del siglo XVIII perteneció a la casa nobiliaria de los Ponce de León.
En los inicios del siglo XVIII, la ciudad contribuyó a la causa de Felipe V en la Guerra de Sucesión, concediéndole éste los títulos de "noble y fidelísima".
Destacó en su resistencia a la ocupación francesa durante la Guerra de la Independencia, siendo la villa ocupada por las tropas napoleónicas durante el bienio 1810-1812.
Esta densa historia se hace patente en un recorrido por el casco urbano que, en 1962, fue declarado Monumento Histórico-Artístico. En numerosas publicaciones se califica a Arcos de la Frontera como el pueblo más bello de España.
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