Una alternativa navegable y Comercial. Sevilla, Cádiz, Málaga.

Cádiz era puerto de América, y el estrecho de Gibraltar, paso y recaladero del comercio mediterráneo. Pero los caminos de Andalucía eran escasos, peligrosos y, en ocasiones, intransitables. La necesaria conexión comercial de productos mineros, vinícolas y agrarios entre Sevilla, Cádiz y Málaga había de hacerse, por lo tanto, en barco.

Gracias a los vapores, los viajeros evitaban la tortuosidad de los caminos y entraban en contacto con un mundo curioso y pintoresco. Cádiz se convirtió, así, en eje de dos destinos : Málaga y Sevilla.

En Málaga, despedidos por su pequeña colonia inglesa, dejaban atrás el olor de la adelfa, almendro y la madreselva. Desde el vapor veían alejarse la costa, un rosario de nombres históricos y sonoros se desplegaba ante sus ojos : Marbella, la Punta de Calaburra, Estepona .

Ya en la provincia de Cádiz, la Punta de Europa, formando el extremo N.E. del estrecho de Gibraltar, la Isla de las Palomas, la Punta del Acebuche y la desembocadura del Guadalmecí, el bajo de las Cabezas, negra cita para náufragos, la histórica ciudad de Tarifa, separada de la Punta de las Palomas por la más bella playa del Sur de España, el cabo de Plata, la Punta Camurinal, la ensenada de Zahara, y Barbate, almadrabas que fueron del Ducado de Medina Sidonia, Trafalgar, duro recuerdo para España, Conil, Pulpera, Sancti Petri (Chiclana) y, rodeada de agua y marismas, Cádiz.

En la ciudad, una importante colonia extranjera esperaba al viajero, gitanos, fiestas, teatros, bailes y paseos, amenizaban su estancia.

Ford, Borrow, Gautier y Merimée, todos pasaron por Cádiz y pocos se detuvieron en ella. Río arriba, remontando las turbias aguas del Guadalquivir, esperaba la gran atracción : Sevilla. Los vapores "Real Fernando", "Victoria" y "Neptuno" buscaban, sin prisas, el puerto interior, observados en silencio, desde la plana inmensidad de las Marismas, por los toros y las zancudas aves marismeñas.