Los Alcornocales

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Los Alcornocales se elevan como bastión costero frente los vientos marinos, tanto de Poniente como de Levante, que cargados de humedad envuelven sus bosques bajo una montera neblina que parece detener el tiempo.

En el frente occidental de las sierras béticas, a caballo entre las provincias de Cádiz y Málaga, este espacio natural es una sucesión de montañas abruptas y de diferente altura. A voluntad de la acción erosiva de los vientos, la arenisca ofrece en las alturas formas caprichosas con predominio de gigantescas lajas y feroces cortados. Allí donde la caliza está presente, como en Las Motillas, provoca uno de los relieves cársticos más interesantes de Andalucía, con dominio de grutas y cuevas.

La abundancia de lluvias condiciona la existencia de una notable red de ríos y arroyos, que vierten tanto al Mediterráneo como al Atlántico provocando, en gran medida, la talla de unos de los paisajes más extraordinarios de la Península Ibérica, los denominados canutos, barrancos estrechos y profundos que se producen en los cursos altos de los ríos y dan cobijo a un conjunto vegetal más que singular.

Los Alcornocales, como bien dice su nombre, presenta la mayor masa de alcornoque de la Península Ibérica, la mojea, que se desarrolla en ambientes soleados junto con abundantes madroños, labiérnagos y aladiernos; mientras que en las umbrías alterna con el quejigo morisco y favorece la presencia abundantes setas. En cotas bajas aparecen los bujeos, pequeñas islas vegetales que conservan trazos de los antiguos bosques de acebuche que alternan con brezos, palmitos, arrayanes, cultivos, pastizales y vacas, tanto retintas como de lidia. La proximidad del Estrecho favorece la presencia de aves, pues hasta 18 rapaces y un buen número de pequeños pájaros surcan sus cielos o se cobijan en sus tajos. Pero serán anfibios y reptiles, la mitad de los que contabiliza la Península Ibérica, y 11 tipos de murciélagos ocultos en sus grutas los que tengan mayor protagonismo. Mientras que las cumbres son territorio de la cabra montés, los bosques participan de la presencia del corzo morisco, su duende, que comparte hábitat con ginetas, tejones y meloncillos. El verdadero protagonista botánico del espacio natural es la laurisilva que se desarrolla en los canutos, un bosque subtropical anclado en el tiempo. Los alisos que ocupan los rebordes del canuto impiden que la luz penetre en el fondo del barranco, donde la humedad crea singulares masas de rododendro, laurel, avellanillo, durillo, alisos, acebos y helechos poco comunes por estas latitudes. Mientras que la nutria surca estas aguas, mirlos, martín pescador y un buen número de libélulas y tricópteros las sobrevuelan, síntoma de la calidad de cauces hídricos como el Hozgarganta.
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