Sevilla

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Sevilla, capital de Andalucí­a, ciudad romana, árabe, renacentista, barroca, americana, mariana, flamenca, torera, moderna, festiva, luminosa, perfumada, marinera, tradicional, hospitalaria, graciosa, cosmopolita, religiosa... Todos estos adjetivos y muchos más se podrí­an añadir a esta ciudad, que además de personificar el tópico de lo "español" y lo "andaluz", guarda tal cantidad de atractivos artísticos, culturales, de ocio, sociales y turí­sticos que serí­a prolijo enumerar; pero que la han convertido en una de las ciudades más universales, conocidas y visitadas del mundo, cuna e inspiración de escritores, pintores y artistas en general.

Resultarí­a imposible encontrar en una urbe tantos, tan variados y tan singulares monumentos y lugares de gran belleza como la Giralda, la Catedral, los Reales Alcázares, la Torre del Oro, el Patio de los Naranjos, la Maestranza, la Casa de Pilatos, la Plaza de España, el Parque de Marí­a Luisa, el Teatro de la Maestranza, el Palacio de San Telmo, el Archivo de Indias, el Barrio de Santa Cruz, la Lonja, el Palacio Arzobispal, la Fábrica de Tabacos, el Ayuntamiento, el Palacio de las Dueñas, la Torre de Don Fadrique, las Murallas, la Basí­lica de la Macarena, el Museo de Bellas Artes, el Museo de Arte Contemporáneo, la Alameda de Hércules, el Barrio de Triana, los puentes sobre el Guadalquivir, la Cartuja y las instalaciones de la Expo 92, los edificios de la Exposición de 1929, la Casa de Luca de Tena, los patios de sus casas tradicionales, los balcones y rejas, y un sinfí­n de iglesias, conventos y detalles que convierten su centro histórico en un museo al aire libre.

Si a todo ello le añadimos sus tabernas, su gastronomí­a, sus fiestas y la gracia y hospitalidad de sus gentes, nos resulta un conjunto lleno de colorido, dramatismo, luz, música, alegrí­a, tradición y modernidad, difí­cil de igualar.

Historia

La fundación de Sevilla, según la leyenda, fue la ciudad mí­tica de Tarsis fundada por Hércules y que la cedió a su hijo Hí­spalo, de ahí­ su antiguo nombre: Hí­spalis.
Su origen se remonta al siglo VIII a.c., durante el periodo tartésico, a partir de un poblado llamado Ispal. En este poblado se comerciaba con navegantes griegos, cartagineses y fenicios. Fue destruido en el siglo II a.c. en las guerras entre cartagineses y romanos. Terminada las Guerras Púnicas fue reconstruido por los romanos y pasó a llamarse Hí­spalis.
También en la época romana perteneció a la Hispania Ulterior y tras la división administrativa del emperador Diocleciano pasó a la Bética.
Con la caí­da del Imperio Romano, los vándalos entraron en la ciudad en el 428. Destruyeron numerosos edificios, fueron expulsados más tarde por los godos. En el año 573 la ciudad es tomada por Leovigildo. De esta época destacan las figuras de los obispos San Leandro y San Isidoro, autor de las Etimologí­as.
Durante el periodo de Al-Andalus, en los primeros años del siglo VIII llegan los árabes al mando del general Musa ibn Nusayr haciendo de Sevilla una de las ciudades más hermosas de Al-Andalus. Empezó a ser conocida como Isbiliyya.
En el siglo IX los normandos atacan Sevilla causando importantes daños y es Abderramán II quien los expulsa y fortifica la ciudad. A partir del año 1013 con los reinos de taifas, la ciudad experimenta un importante auge.
También pasaron por la ciudad los almorávides, a partir de 1086 y los almohades, a partir de 1144. Vive por estas fechas su esplendor económico por el comercio con el norte de Africa. Se construye la gran Mezquita, una de cuyas torres es la Giralda.
La conquista cristiana fue llevada por Fernando III en el año 1248.
El descubrimiento de América da un nuevo impulso a Sevilla. En el 1503 se crea la Casa de Contratación para el control de personas y mercancí­as que iban o vení­an de América. El puerto hace que la ciudad prospere notablemente. Se convierte en una de las ciudades más importantes de todo occidente. Esta prosperidad influye en la arquitectura, imaginerí­a y pintura.
Debido al aumento del tamaño de los barcos y de su calado comienza a ser difí­cil la entrada de éstos a través del Guadalquivir, es por lo que a principios del siglo XVIII, todo el comercio americano pasa a ser controlado por la ciudad de Cádiz, más idóneo para estos menesteres, con lo que Sevilla sufre una esperada decadencia.
Durante el siglo XIX es conocida internacionalmente a través de las historias de los numerosos viajeros que la visitaron.
Con la celebración de la Exposición Iberoamericana en el año 1929, comienza su modernización durante el siglo XX, creándose así­ una infraestructura urbaní­stica acorde con los nuevos tiempos.
Con la instauración de la democracia a finales de los setenta, Sevilla es proclamada capital de la Comunidad Autónoma de Andalucí­a.
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